La pandemia es un fenómeno mundial que ha puesto a prueba la capacidad de resiliencia de los gobiernos. A pesar de que se ha abordado como un evento “fortuito”, diversos estudios corroboran que su causalidad y propagación están relacionadas con el cambio climático. Sobre esa base, en la COP26 se hizo un llamado a los países a aprovechar las lecciones aprendidas durante la pandemia para revertir su vulnerabilidad climática, prevenir la extensión o réplica de la actual crisis, y alinear sus políticas con los compromisos internacionales climáticos y de sostenibilidad.
Latinoamérica y el Caribe (LAC) ha sido la región más afectada por la pandemia en términos económicos y sanitarios. Debido a la escasez de recursos por una súbita y generalizada contracción del PIB, el proceso de reactivación y recuperación ha representado un desafío financiero para los países. La urgencia de superar la recesión económica puede llevar a los gobiernos a optar por salidas “inerciales” a la crisis, que perseveran en el modelo de desarrollo tradicional e incluso intensifican la extracción de recursos naturales y el uso de combustibles fósiles para buscar un rápido crecimiento económico.